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Es propio de zonas costeras y márgenres de los ríos |
De muchacho solía darme mis escapadas al río, a contrapelo de la prohibición paternal. Gracias a esas furtivas aventuras podía refrescar de la persistente canícula del verano cubano y disfrutar de las travesuras de la chiquillada del barrio que me acompañaba.
Empero, además del chapuzón y las tropelías acuáticas, a todos nos gustaba deambular por la orilla de la corriente, en la cual crecía exuberante vegetación con todo tipo de plantas. Entre ellas prefería una que ofrecía deliciosos frutos comestibles: el hicaco.