Un arte milenario de cultivar |
Si bien el término proviene de una palabra de origen japonés, cuyo significado literal es bon, bandeja, y sai, naturaleza, etimológicamente hablando su raíz deriva del chino penzai, que quiere decir: pen, bandeja, y zai, cultivar.
Sin distinción del vocablo, se trata de fomentar árboles y plantas reduciendo su tamaño con la utilización de técnicas como el trasplante, la poda, el alambrado y el pinzado, las que permiten modelar la forma a fin de crear una muestra tal y como sería en su medio natural habitual.
Los pueblos de donde es originaria esa práctica milenaria sostenían la tradición de que quienes poseían este tipo de arbusto en maceta tenían asegurada la eternidad, de ahí la creencia de que el árbol a esa escala de tamaño constituía un puente entre lo divino y lo humano: en otras palabras, la relación natural entre el cielo y la tierra.
En definitiva, un bonsái no es una planta genéticamente empequeñecida. La forma que adquiere es gracias a la poda del tronco, las hojas y las raíces. Desde luego, este método empleado impide el desarrollo normal en su hábitat original.
En cuanto a la selección, cualquier especie arbórea o arbustiva pueden cultivarse como bonsái. Sin embargo, a través del tiempo los apasionados por el arte prefieren árboles de hojas pequeñas y resistentes al cultivo en macetas, entre ellas sobresalen el arce, pino silvestre, olmo, azalea, Ficus, olivos y enebro, aunque también en la lista aparecen frutales y maderables tropicales.(continuará)
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