Decía mi difunta abuela que jardín que se respetara en una casa de campo no podía prescindir, bajo ningún concepto, de una mata de salvia. No recuerdo con exactitud cuántos remedios caseros recibí de niño para disímiles malestares; eso sí, aún están nítidas en la memoria la imagen de mi madre con sendas hojas de la especie adheridas a la sien para aliviar la cefalea producto de la migraña que padecía..