martes, 17 de octubre de 2017

El laurel, mucho más que un mito (I Parte)

Sembradío de laureles
Seguro ha oído muchas vez de que tal o cual celebridad o persona relevante en cualquiera de los campos de las humanidades, ciencia, deporte u otras esfera de la vida social, ha sido laureado con este o aquel título, diploma, premio, etc. Tal vez no ha buscado en el diccionario el significado de este vocablo, ni su origen, luego…

Sepa que el término proviene de la palabra laurel. Exactamente, esa hoja que se encuentra a la mano en la mayoría de las cocinas del mundo, pues constituye una de las especias secas más recurrente para la elaboración de disímiles platos, ya de cárnicos, caldos, guisados, sopas y arroces compuestos.



 El término deriva de los vocablos castellanos "laureado" y "bachiller", este último del Latín baccalaureatus, donde aparece laureatus, que ha recibido los "laureles" de su título académico.

En las antiguas Grecia y Roma coronaban a los guerreros y emperadores más valientes, así como a los atletas vencedores en las pruebas típicas de esta época –seguro que les suena haberlo visto en los cómic de Asterix o las pelis de Julio César–, siendo un claro distintivo de victoria y una especie de protección contra los malos espíritus.

Originario del Mediterráneo, el árbol del laurel necesita mucho sol y buen drenaje o impedir que un sustrato anegado pudra las raíces. Si es posible, pasa las plantas a un lugar resguardado de las heladas durante el invierno o, al menos, envuelve la parte superior con fibra de lana.

Arbusto de hoja perenne de follaje espeso, este árbol es perfecto para podarlo siguiendo formas, cónicas o piramidales. Si no se monda bien crecerá desordenadamente. Aclara los brotes de los estándares recortándolos o por torsión. Abónalos en primavera y a mediados de verano con un fertilizante orgánico.(continuará)


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