martes, 19 de julio de 2016

El bonsái, ¿árbol en miniatura o enano? (I Parte)

Un arte milenario de cultivar
Tal disyuntiva se han cuestionado el hombre desde que se cultivó el primer ejemplar en China, donde se originó este arte hace más de dos mil años, como objeto de culto para los monjes taoístas.

Si bien el término proviene de una palabra de origen japonés, cuyo significado literal es bon, bandeja, y sai, naturaleza, etimológicamente hablando su raíz deriva del chino penzai, que quiere decir: pen, bandeja, y zai, cultivar.

Sin distinción del vocablo, se trata de fomentar árboles y plantas reduciendo su tamaño con la utilización de  técnicas como el trasplante, la poda, el alambrado y el pinzado, las que permiten modelar la forma a fin de crear  una muestra tal y como sería en su medio natural habitual.


Los pueblos de donde es originaria esa práctica  milenaria sostenían la tradición de que quienes poseían este tipo de arbusto en maceta tenían asegurada la eternidad, de ahí la creencia de que el árbol a esa escala de tamaño constituía un puente entre lo divino y lo humano: en otras palabras,  la relación natural entre el cielo y la tierra.

En definitiva, un bonsái no es una planta genéticamente empequeñecida. La forma que adquiere es gracias a la poda del tronco, las hojas y las raíces. Desde luego, este método empleado impide el desarrollo normal en su hábitat  original.

En cuanto a la selección, cualquier especie arbórea o arbustiva pueden cultivarse como bonsái. Sin embargo, a través del tiempo los apasionados por el arte prefieren árboles de hojas pequeñas y resistentes al cultivo en macetas, entre ellas sobresalen el arce, pino silvestre, olmo, azalea, Ficus, olivos y enebro, aunque también en la lista aparecen frutales y maderables tropicales.(continuará)

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