lunes, 30 de octubre de 2017

El laurel, mucho más que un mito (Parte 2)

Ramas de laurel
Según la leyenda, cuando la ninfa Daphne huía del intento de seducción de Apolo, invocó la ayuda de su padre, Peneo, una divinidad del río que, para liberarla, la transformó en laurel.

Dese tiempos remotos el laurel es símbolo del conocimiento, la inspiración y la poesía, de ahí que sus coronas ciñeran por siglos las sienes de bachilleres y poetas laureados de todos los tiempos

Formó parte de muchos rituales, como los que se practicaban para la adivinación en el santuario griego de Delphos, donde se encontraba el famoso oráculo. Este lugar mítico de reunión de dioses y musas se hallaba a la sombra de los bosquecillos de laureles que vivían alrededor de las fuentes. El citado oráculo  tuvo una gran influencia en la antigua Grecia y la importancia del laurel en los ritos que allí se practicaban podría hacernos pensar en un verdadero santuario del árbol.


Roma veneraba también al laurel tal y como cuenta el gran Virgilio en la Eneida II: “Había en medio del palacio, bajo la desnuda bóveda del cielo, un grande altar, junto al cual inclinaba sus ramas un antiquísimo laurel, cobijando con su sombra a los dioses penates de la real familia…”. Y Plinio habla del laurel como protector de casas y palacios, además de símbolo del triunfo.

Ya entonces se pensaba que ahuyentaba el rayo, una creencia que se extendió a muchos pueblos del mundo. Aún en 2005, unos ancianos de una aldea asturiana contaban que cada vez que truena, queman en la chapa un poco de laurel bendito del Día de Ramos. Andrés de Laguna desmentiría esta virtud, relatando que en la misma Roma del año 1539, “en el palacio del duque de Castro cayó un impetuosísimo rayo y quebrantó un muy hermoso laurel”.

En el País Vasco ha seguido hasta nuestros días la costumbre de plantar un laurel junto a las casas, y cuando sobre un caserío sobrevenían muchas desgracias, se decía: “Esta casa es sin laurel.” La Iglesia combatió estas prácticas y creencias con edictos como el de San Martín de Braga, que en el año 574 escribía: “Observar las Vulcanales y las Calendas, adornar las mesas, poner coronas de laurel (…), ¿qué otra cosa es sino el culto al diablo?”

Sin embargo, terminó asimilando estos rituales y el ramo de laurel es hoy símbolo del Día de Ramos, y con él se bendice las casas durante todo el año para protección de la familia y la hacienda.

También tiene un simbolismo funerario, como otras especies de hoja perenne que se relacionaban con la vida eterna. De hecho, todavía hoy se usa para adornar las tumbas en muchos lugares.

El dicho antiguo "El que planta un laurel nunca lo verá crecer" alude al lento crecimiento de la planta, pero sobre todo a la muerte de la persona que lo cultiva.(continuará)


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