lunes, 26 de febrero de 2018

Dagame, mudo testigo de la muerte del Apóstol de Cuba

Árbol de bello porte, cuyas flores son melíferas
Y, por último, sobre el suelo ensangrentado, a la vista del dagame –que da la flor más amada de las abejas–, a la vista de un anoncillo y un fustete, cae, vestido inusualmente, roto el corazón, rotos los labios de los cuales habían surgido versos y palabras que conmovieron a los corazones más endurecidos”.

Así recordó el DrC Eusebio Leal Espenger, historiador de Ciudad Habana, la muerte de José Martí y Pérez, Apóstol de la Independencia de Cuba, durante las palabras que dejaron oficialmente inaugurado el monumento ecuestre del más universal de los cubanos, a propósito del 165 aniversario de su natalicio.


Precisamente  un dagame o dágame, como también se le denomina, fue mudo testigo de la caída en combate del Mayor General del Ejército Libertador, José Martí, cuando cayó en una emboscada de las tropas españolas, el 19 de mayo de 1895 en un lugar cercano al encuentro de los ríos Contramaestre y Cauto, en la zona oriental de la Mayor de las Antillas.
Luego,  para los cubanos el árbol citado por la historiografía tiene particular relevancia. Se trata de una planta perteneciente a la familia de las Rubiaceae, cuyo nombre científico es Calycophylum candidissimum, y puede alcanzar una altura entre 15 y 20 metros.

Es típico de terrenos llanos  o de zonas con terrenos calcáreos pedregosos. Se distingue en el bosque por su tronco liso, recto, de grandes contrastes en su coloración rojo pálido y corteza gris rojiza escamosas o surcadas

Crece en la costa del Pacífico desde México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Cuba, hasta Colombia, Ecuador y Venezuela y cuando florece (en los meses de noviembre a febrero) adquiere el aspecto de una masa blanco-cremosa uniforme, que lo destaca entre las tonalidades verdes del bosque tropical seco.

Las flores son blancas y muy llamativas porque el lóbulo del cáliz es muy expandido. Emana una fragancia dulce. Los frutos son cápsulas pequeñas oblongas que se abren desde el ápice.

Árbol valioso

La madera del árbol del dagame es dura y de un grano muy fino, y a veces entrelazado y de buen pulimento, aunque fácil de elaborar. En muchos lugares es empleada en la carpintería en general para fabricar ejes y ruedas de carretas, cabos de herramientas, implementos agrícolas, objetos torneados y soporte de las construcciones.

En tanto, en Panamá y otros países de la región es utilizada como carbón y también para postes de cerca y leña para alimentar el fuego. Por su parte, en los Estados Unidos se fabrican arcos con esa madera.

Las flores de esta planta parecen como sombrillas truncadas que atraen con su peculiar fragancia a las abejas para extraer el néctar. La miel producida es de buena densidad y con exquisito sabor. Por lo que es esta característica melífera una de sus relevantes beneficios económicos para la zona donde crece y se desarrolla el árbol.

En cuanto a la farmacopea popular, tradicionalmente los abuelos, en los países donde crece, aconsejan se utilicen medicinalmente, de manera particular en gargarismos para enfrentar dolores de garganta. Cuando se ingiere contribuye maravillosamente a cicatrizar en poco tiempo las partes afectadas de ese órgano.

Desde el punto de vista tradicional o popular muchas personas con afonía o disfonía, confeccionan o preparan una decocción o cocimiento con un puñado de hojas de salvia que se hierven en un jarro pequeño durante 8 a 10 minutos.

Después que refresque se filtra con un paño o tela antiséptica y se le añade una cucharada de miel de dagame. Se toman tres dosis en tazas de cuatro onzas en el día.

Por su parte, en México, la infusión que se obtiene del cocimiento de las flores se utiliza contra la diarrea; mientras en Guanacaste, al  noroeste de Costa Rica, se toma esta decocción para aliviar el dolor de riñones y eliminar las piedras de la vesícula.

Modroño en Nicaragua, Árbol Nacional

El dagame o madroño, como es conocido en Nicaragua fue declarado Árbol Nacional de esa nación centroamericana desde 1971 por el Decreto Legislativo No.  1891, el que dispone, además, que el Día del Árbol, el último viernes de junio, sea plantado en parques, plazas, aceras y autopistas de todo el país y en el patio de cada centro de enseñanza.

Sus ramas en determinada época (noviembre a febrero), cortadas en tamaños adecuados, se usan en la tierra del poeta Rubén Darío para adornar altares de la Purísima; y la sutil fragancia de sus flores se incorpora al humo del incienso, al fervor de los cantos y a la algarabía popular de la fiesta religiosa del 7 de diciembre de cada año.

Y hasta tiene su himno


        Gloria al árbol que es dicha del hombre.
        Gloria al árbol que es fuente de amor,
        gloria al hijo que nace del beso que
        a la tierra le envía el rey sol.

        Nos refiere la Biblia cristiana que hubo
        un día un Edén terrenal y que en medio
        de aquel paraíso brotó un árbol de estirpe real.

        Desde entonces el árbol ha sido para el
        hombre el amigo más fiel, ya se llame jocote
        o madroño, chilamate, guayabo o laurel.

        Él nos da con su aliento de vida, con sus
        carnes nos forma el hogar. Él succiona las
        aguas fecundas que las nubes recogen del mar.

       Gloria al árbol que es dicha del hombre.



 





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